miércoles, 20 de noviembre de 2013

Assassin's Creed IV: Black Flag


El pirata Edward Kenway alza su bandera en el ocaso de la actual generación de consolas para demostrarnos que las nuevas consolas no eran tan necesarias y que aun se puede exprimir un poco más nuestras viejas consolas. Eso es exactamente lo que sentí desde el primer momento que me puse a los mandos del nuevo Assassin. Desde el primer escenario hasta la primera cara o el primer barco lucen como nunca antes y todo a una resolución increíble. Se supone que el juego corre en PS3 (la consola para la cual lo tengo) a 720p pero nadie lo diría, pues pocas veces he visto unas imágenes tan nítidas y relucientes. El mar del Caribe es exquisito y no lo son menos los mares a los que nos enfrentaremos a bordo del Jackdow, nuestro barco.


Pero no solo de potencia gráfica puede presumir el nuevo AC IV, sino también de ser por fin un auténtico sandbox dentro de la franquicia. En entregas anteriores de la saga podíamos salir de la ciudad y explorar un poco pero de poco servía ya que no había gran cosa fuera, excepto en AC III pero por todos es sabido que la frontera era muy bonita pero se quedaba algo corta en cuanto a tareas que ofrecer. Ahora tenemos un grandísimo mar a nuestra disposición para explorar y en cualquier momento podemos montar en nuestro barco y salir a ver qué hay en aquella isla o simplemente recoger cofres o cazar animales como ballenas o tiburones. En conjunto se siente mucho más grande que sus predecesores que, sin ser precisamente pequeños, no ofrecían esa sensación de "cojo el coche y me voy por ahí" tanto como este.



Es cierto también que a cambio de ofrecer tantísimo terreno por explorar y tantas misiones secundarias por solucionar, la historia se ha resentido un poco. Se siente menos importante que en los anteriores juegos y a veces nos dará incluso un poco igual y es una pena ya que Edward es un personaje con más carisma que Connor (que tampoco es muy difícil) y se siente desaprovechado con una historia algo menos interesante que la de su nieto. Pero si digo que la historia puede no importarnos poco a veces es gracias a la ingente cantidad de cosas por hacer. Podemos perder horas solo buscando cofres y fragmentos del Animus perdidos en pequeñas islas. O podemos simplemente cazar animales ya que sus pieles o huesos son necesarios para aumentar nuestra salud o nuestro equipo.


El Jackdow también juega un papel muy importante en la aventura y pasaremos más tiempo a bordo que a pié. Las batallas navales que tanto nos gustaron en AC III están de vuelta pero mucho más agilizadas y con más posibilidades para que se tornes aun más divertidas si cabe. Ahora podremos gestionar nuestra propia flota construida con los barcos que abordemos. Podemos elegir entre robar sus suministros, reducir el nivel de se busca para que los barcos cazadores dejen de perseguirnos, o unirlos a nuestra flota para enviarlos a cumplir misiones. Pero eso no significa que las partes a pié no sean importantes ni mucho menos, el sigilo está de vuelta con todo su esplendor y nos divertiremos más que nunca escondiéndonos entre los matorrales y trazando la mejor estrategia para eliminar guardias sin llamar la atención.


Con todo lo mencionado, aun hay cosas que me he dejado en el tintero y que completan aun más la experiencia. Tareas tales como salvar piratas en apuros para unirlos a nuestra banda, buscar mapas del tesoro para después encontrar el pertinente tesoro o ayudar a nuestros viejos amigos piratas para conseguir unas llaves que nos darán acceso a una nueva armadura. En resumen, no nos vamos a aburrir recorriendo los mares de ACIV, pues este ofrece una cantidad de horas de juego que pocos garantizan y todo amparado por un apartado gráfico que viene a demostrarnos que nuestras máquinas tienen poco que envidiar a los primeros juegos de la nueva generación.


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