sábado, 16 de febrero de 2013

Ni No Kuni: La Ira de la Bruja Blanca



Ni No Kuni es magia. Un compendio de elementos del mejor rol clásico y una pizca del moderno para engendrar una pieza única a la que sólo le falta el toque del estudio Ghibli para erigirse como el mayor representante de los JRPG de los últimos tiempos. Todo en Ni No Kuni está mimado y cuidado hasta el extremo, ofreciendo una experiencia completa y muy satisfactoria para los que añoraban los tiempos en los que jugar a un jrpg significaba perderse en un mapeado inacabable explorando hasta el último rincón.
Solo hace falta empezar a jugar para darse cuenta del esmero al que Namco-Bandai y el estudio Ghibli han sometido a la criatura, dando lugar a preciosas escenas de animación de la calidad a la que el estudio japonés no tienen acostumbrados. Así, la animación y el motor del juego se combinan e intercalan para ofrecernos una narrativa absolutamente fluida y con todo lujo de detalle.



Desde el comienzo el juego intentará llegarnos al corazón, ya no solo por lo cuidado de su apartado técnico, sino por la naturaleza del argumento y, al igual que en la mayoría de películas de Ghibli, lo normal será tratar temas como la horfandad, la soledad y la tristeza. Nada más tomar los mando del joven Oliver, todo olerá a jrpg clásico, desde los menús, hasta los mapeados y el sistema de batalla. Al principio necesitaremos unas pocas horas para que el juego arranque de verdad pero eso no será un problema gracias a las mencionadas secuencias de animación que aderezan el transcurso del desarrollo. Los gráficos en cell shading son toda una demostración de como se debe representar un anime hecho videojuego aunque a veces da la sensación de que los personajes son algo inexpresivos cuando no están hablando o interactuando con otro personaje, aunque es un fallo perdonable dadas las características técnicas del juego.

DMC: Devil May Cry



A día de hoy no debe quedar nadie o prácticamente nadie que no sepa quién es el legendario cazademonios de pelo blanco y chulería desenfrenada. Me estoy refiriendo, cómo no, a Dante, el hijo de Sparda que tantos buenos momentos nos ha dado en la trilogía de juegos publicada en PS2. Dicha trilogía se erigió como un ejemplo a seguir sobre cómo se hace un hack and slash (a excepción de la polémica segunda parte), atrapando a millones de jugadores durante las tres entregas y llegando al cenit de la fórmula con la inmejorable tercera parte. Pero Capcom creyó, tras una cuarta parte algo descafeinada, que era hora de un reinicio, y que dicho reset debía llevarlo a cabo un estudio con posibilidades de darle a Dante un nuevo enfoque. Y lo encontraron.


Ninja Theory lleva impresionándome desde sus lejanos inicios en PS3. Puede que Heavenly Sword no fuese el mejor juego del mundo pero a mí me maravilló el apartado técnico, mostrando unos rostros que casi ningún juego ha podido igualar. Luego llegó Enslaved y, aunque su final no estaba a la altura, el juego me pareció impresionante. Tenía carácter propio, rebosaba magia y sabía enganchar gracias a unos personajes con carisma. Así que Capcom tenía buenos motivos para confiar en dicho equipo para dejar en sus cuidadosas manos a uno de sus personajes más preciados e idolatrados. Y así nació el nuevo Dante, con un estilo radicalmente distinto al anterior. Y la expresión "radicalmente distinto" nunca tuvo mejor uso.